¡Envidiosos!

miércoles, 14 diciembre, 2016

¡Envidiosos!

Eso es lo que somos los peruanos. Envidiosos y malagradecidos. Hemos lanzado irreproducibles interjecciones al enterarnos que los señores congresistas recibirán en los próximos días canastas navideñas, vales de consumo y bonificaciones especiales.

Debiéramos protestar mas bien porque sus pobres canastas costarán solamente 920 soles. Y debemos salir a gritar a las calles porque esas modestas canastas contendrán solamente una botella de whisky 12 años, un champagne francés y un vino catalán, además de un panetón en lata, una frasco de aceitunas rellenas de castañas y otras pequeñeces.

¡¡Nuestros congresistas merecen mucho más que eso!!! Es demasiada mezquindad fijarnos en esas pequeñas cosas si sabemos muy bien que nuestros parlamentarios trabajan día y noche, de lunes a domingo, los 365 días del año, que jamás bostezan en el hemiciclo, que presentan proyectos originales que parlamentarios de otros países se copian impunemente, que estudian tratados de lógica aristotélica y no pierden el tiempo mirando revistas con chicas calatas como en otros continentes.

Nuestros padres de la patria son ejemplo de probidad, de trabajo denodado, de honestidad, de pulcritud moral, de tolerancia. Por ejemplo, el día de la interpelación al ministro Saavedra, fue conmovedor ver a los señores congresistas fujimoristas defender los elevados intereses de la patria utilizando adecuadamente las palabras, dirigiéndose con delicadeza al cuestionado ministro, llamando a la concordia y a la convivencia armónica entre todos los peruanos.

Por eso, nuestros legisladores no solo deben recibir esa ridícula canasta de 920 soles. Los panetones en bolsa, los vinos elaborados en San Jerónimo, las galletass animalitos y esas insignificancias son solamente para nosotros, hombres del pueblo, que no tenemos la misma hambre que los señores congresistas.

Alguien debiera tomar la iniciativa de proponer una canasta más contundente para los padres de la patria, incorporando además panecillos elaborados por las monjas del Convento de Santa Catalina, huevitos de picaflor en salsa tártara y, adicionalmente, cada legislador debiera recibir mantos tejidos por las jóvenes solteras de Chinchero, para que los señores congresistas depositen allí sus inmaculados traseros.

Escribe: Alberto García Campana

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