25 años de magia y realismo      

miércoles, 28 septiembre, 2016

   25 años de magia y realismo       

Atraído por la muestra que exhibe la siempre activa sala de exposiciones del Banco de la Nación, asistí a apreciar las pinturas de uno de los artistas plásticos más prometedores y genuinos del Cusco. Se trata de Alberto Miranda quien junto a las simpáticas encargadas de aquella galería de arte llamadas Gioconda y Ninoska me estaban esperando para hacerme un paseo en el tiempo y el espacio y es que allí colgada de esas paredes esta la cosmovisión y el lenguaje de este artista cuyos lienzos desde hace 25 años vienen contando historias y acontecimientos que fueron en su momento vivencias imborrables en la memoria del artista.

Con un cálido…buenos días! el buen Alberto me estrecha la mano y me invita a recorrer con él uno a uno sus cuadros dispuestos en las 4 paredes de esta acogedora sala de exposiciones que tiene como novedad que a cada paso del visitante se encienden de pronto las luces que funcionan con sensores de movimiento…toda una modernidad y grata sorpresa dicho sea de paso! Con voz suave y siempre pensando cada palabra que va a decir me cuenta el artista que desde chico sus maestros del colegio ciencias apreciaron y alentaron su afición por el dibujo y que hasta hacia las tareas de sus hermanos mayores cuando se trataba de dibujar algo.

“el pintor ya nace con el talento y la destreza, solo va puliendo su técnica y perfeccionando su estilo en la escuela” refiere Alberto con convicción, me muestra luego sus pinturas de mujeres que pasaron por su vida que cual musas fueron su inspiración o acaso un amor platónico, pasamos a otro cuadro donde ha quedado plasmado la que fuera años atrás la avenida ejército, con sus ambulantes, perros vagos y humildes puestos de venta, es una escena lúgubre y gris hasta podría decirse maloliente y no por eso verídica, se detiene de pronto y su rostro se enternece al señalar con cariño el cuadro donde esta retratada su esposa y su pequeño hijo, a unos pasos está el cuadro dedicado a un compañero de trabajo que falleciera en plena labor de reconstrucción de una casona, la imagen tiene ribetes de desolación y también de ternura algo que el artista con buen criterio ha plasmado con calaveras y una blanca paloma que se eleva al cielo. Luego están pinceladas dedicadas a los paisajes, la religiosidad, lo místico etc.

Se trata pues de una muestra por demás consumada, que tiene su propia dosis de realismo que coquetea con el surrealismo pero también está la fe del artista en sus convicciones, sus anhelos, sus miedos, sus logros como pintor y como hombre. En suma el buen manejo de la luz y los contrastes así como el buen uso del espacio y las texturas convierten a Alberto miranda en un artista que vive su realidad gracias a la magia.

 

Por: Armando Álvarez

 

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