Hugo Béjar Navarro, el nuevo indio

miércoles, 11 enero, 2017

Hugo Béjar Navarro, el nuevo indio

Por: Armando Álvarez

Conocí a don Hugo Béjar una lluviosa tarde de diciembre, poco antes Julia su atenta secretaria me había citado en la esquina del supermercado la Canasta de av. la cultura por fortuna llego puntualmente y evito que me mojara, “el doctor vive cerca vamos” me dice así que la sigo hasta la casa del famoso pintor que ya esperaba mi visita. Luego de saludarnos nos instalamos en la sala de su elegante casa que parece un relicario de obras de arte, don Hugo es un hombre de mirada penetrante sus traviesos ojos nunca están quietos hasta parece que hablaran por sí mismos, su alba cabellera le confiere un aire de tribuno, habla pausadamente pero cuando habla denota la autoridad y el conocimiento de un hombre cuyo arte ha contribuido a ensanchar la cultura de un pueblo.

“mi abuelo Gregorio Béjar era un imaginero, un artista muy hábil, gracias a sus enseñanzas aprendí a amar el arte” me cuenta con algo de nostalgia. Desde niño ayudaba en los quehaceres del hogar participando del arte del bruñido en plata “que lo hacíamos con el excremento del burro o la vejiga de los chivos” acota don Hugo soltando una tímida risa, pero se pone triste cuando recuerda que no tuvo infancia ya que tuvo que trabajar con su padre que hacia niños Manuelitos y su madre que hacia la cabellera de estas pequeñas esculturas con el rastrojo del trigo para darle una forma ondulada al cabello y Hugo les hacia los ojos con el cristal de los focos de la casa que no servían.

Tras tomarnos unos mates bien calientes con galletitas me dice “quieres ver mis cuadros pues subamos a mi taller solo hay 30 graditas hasta el segundo piso” me dice ya más en confianza y subimos el taller que parece haber estado cerrado buen tiempo, en estas 4 paredes están sus vivencias, sueños, sus musas y todo aquello que fue su inspiración a lo largo de su vida, un pequeño cuadro encierra una foto en blanco y negro donde el joven Hugo Béjar acompaña el quizás día más feliz de su vida a la que fuera su esposa el día de su boda. “mi promoción de la escuela de bellas artes se llamó terremoto” me confiesa don Hugo ya que aquellos chascosos muchachos iniciaron sus estudios en bellas artes cuando se ubicaba en la calle Pumacurco, coincidentemente en 1950 fecha de aquel feroz terremoto que asoló la ciudad imperial.

Sentados en su sala que tiene chimenea me muestra sus condecoraciones sobresalen entre todas: las palmas magisteriales así como la medalla de la ciudad otorgada por el entonces alcalde a uno de los hijos predilectos del Cusco. Don Hugo les ha otorgado a sus creaciones un estilo propio “el estilo es el sello del artista, he hecho indigenismo, realismo mágico y expresionismo pero sin perder mi estilo” agrega este nuevo indio como lo bautizara Don Uriel García. Hay en sus líneas el peso de su talento, sus equilibrados colores fuertes y elegantes claroscuros así como la temática de sus lienzos le confiere a este artista la magia del arte que puede transportarnos en sus imágenes a ese mundo interior donde habita el nuevo indio que al igual que nuestros antepasados no ha perdido su raíz cuando en épocas lejanas los dioses vivían en estas tierras.

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