¿Qué ocurre en la Escuela de Historia de la UNSAAC?
sábado, 20 septiembre, 2025Escribe: Fernando Calderón Valenzuela
En las últimas semanas han aparecido en algunos lugares del Cusco, o circulando en redes
sociales, denuncias contra lo que viene sucediendo en la Escuela Profesional de Historia de
la Universidad Nacional San Antonio Abad. ¿Qué ha motivado que los estudiantes de
historia decidan abandonar sus habituales temores e incertidumbres y se pronuncien en
contra de algunos de sus profesores?
El sábado 30 de agosto, seis estudiantes de historia sufrieron un accidente automovilístico
mientras viajaban para realizar una tarea del curso de Etnohistoria. El evento, como todo
accidente, fue fortuito y lamentable. Pero que seis estudiantes, todas mujeres, tuviesen que
viajar un sábado en la mañana sin instrucciones precisas, ni seguro universitario, ni permisos
institucionales, ni supervisión del docente responsable del curso, no fue un evento
imprevisto, sino reflejo del comportamiento negligente de varios profesores y autoridades
de la universidad.
Esta situación ha sobrepasado la tolerancia de los estudiantes, quienes desde hace dos
semanas solicitan respuestas a las autoridades universitarias y les exigen que se hagan
responsables de lo sucedido. Nadie está dando seguimiento sobre la situación de cada una
de las estudiantes accidentadas, tampoco les dan apoyo con los gastos médicos ni respaldo
psicológico. Todo lo contrario. El SOAT tiene un límite de cobertura, y después ¿quién
asumirá los costos? Los estudiantes han tenido que tomar la facultad para que las autoridades
universitarias los escuchen.
La pregunta que los lectores deben estar haciéndose en estos momentos es si hay
responsabilidad de la universidad en esta situación. Veamos. Cada viaje debe ser
programado por el docente y aprobado por el director del departamento, pero esto es una
formalidad que genera responsabilidades vinculantes. Por ello, varios docentes no cumplen
con este requisito mínimo, como fue el caso del viaje de las estudiantes de historia. El
problema es que no existe ningún reglamento o protocolo en la universidad sobre salidas de
campo, como tampoco los hay para muchas otras actividades que afectan directamente a los
estudiantes.
Sin embargo, si las autoridades universitarias no reconocen responsabilidad, ¿por qué
aprobaron de forma rápida una licencia para el docente involucrado? ¿por qué lo cambiaron
de cursos cuando veían avecinarse las protestas? Y ¿por qué aceptaron un informe del decano
exculpando al docente y a las autoridades de la escuela y la facultad, señalando como únicas
responsables a las alumnas accidentadas? Los estudiantes exigen respuestas, pero no se
conformarán con eso. Porque si el accidente es de por sí grave, pues dejó en el aire a las
estudiantes y no hay quién asuma la responsabilidad por las secuelas que deberán afrontar,
esto solo es un síntoma de lo que viene ocurriendo en la Escuela de Historia. Y con seguridad
en el resto de la universidad.
Los estudiantes no participan en el gobierno de la universidad. Por esa razón se ha instaurado
una dictadura del profesorado. Son ellos quienes deciden todo sin intervención ni supervisión
de los principales afectados. No les entregan los programas académicos a tiempo, les
cambian los horarios y los lugares de clases sin consulta, no dictan clases o las suspenden
cuando se les antoja, les toman exámenes y colocan calificaciones sin criterios precisos y sin
mediar una rúbrica. Han convertido a los estudiantes en sus siervos obligándolos a participar
en sus actividades extraacadémicas, a limpiar sus salones, a comprar tickets de sus eventos,
a aprobar los cursos organizando viajes y huatiadas. No son prácticas nuevas, sino viejas
formas de someter a los estudiantes a la voluntad de los profesores.
Esto es posible porque la cantidad de estudiantes que ingresan a Historia es mayor que la
capacidad de absorción laboral que existe en el Cusco. Muchos estudiantes utilizan a la
escuela como plataforma para saltar a otras carreras, pero cuando no lo logran algunos de
ellos sienten frustración e indiferencia frente a los problemas que atraviesa la escuela. Y
cuando egresan, la mayoría debe buscar trabajo en otras actividades, sintiéndose estafados
por las vagas esperanzas con que los profesores suelen convencerlos para que se queden en
la carrera. Y la competencia negativa entre estudiantes termina por fortalecer el
comportamiento gamonal de algunos profesores.
A este tipo de prácticas le sucede la mediocridad del profesorado. Solo un puñado de
profesores posee postgrados de calidad en Historia o Ciencias Sociales afines, y muchos
menos hacen trabajo de investigación o están relacionados con actividades científicas.
Tampoco suelen participar en eventos académicos ni publicar en revistas de competencia
internacional. Esto repercute directamente sobre la calidad en la formación de los estudiantes
porque egresan sin saber cuál es el trabajo de un historiador.
Es cierto que en nuestro país no existe respaldo económico al trabajo de investigación, y
menos en Ciencias Sociales y Humanidades. Pero tampoco hay una voluntad clara de
cambiar las cosas. Teniendo en cuenta que la UNSAAC cuenta con un gran presupuesto para
investigación, sorprende que prácticamente ningún profesor de historia acceda al
financiamiento. ¿Será porque no pueden o porque no quieren presentar proyectos? Ustedes
qué creen.
Por otro lado, la Escuela no tiene actualizadas sus redes sociales, por lo que no es posible
conocer el perfil preciso de cada profesor. Nadie conoce su formación, sus trabajos y su
especialidad. Incluso no se tiene acceso a las tesis con las que obtuvieron sus grados. De este
modo, los estudiantes no saben quién les enseñará cada curso o si el docente cumple con los
requisitos necesarios para dictar clases en la universidad.
Frente a todos estos problemas académicos y éticos, los estudiantes también deben enfrentar
riesgos contra su salud física y emocional. Sobre todo, las mujeres. El problema del acoso y
hostigamiento sexual se ha desbordado en la escuela y en la universidad. Y a quienes
denuncian mediante los canales oficiales se las estigmatiza y reciben sanciones de parte del
resto de los profesores y algunos estudiantes. Se protege al acosador y no a la víctima. Por
eso denuncian de forma anónima mediante murales o redes sociales. Y en ese caso se
amenaza a los estudiantes para que delaten a sus compañeras. El chantaje y la venganza
contra quien no cede se vuelve moneda corriente en las relaciones entre los profesores y las
estudiantes.
Escribo esto a sabiendas de que me ganaré el rencor de varios colegas. Pero conozco todo
esto porque durante los últimos tres años he sido docente contratado en la UNSAAC, luego
de haberlo sido en universidades públicas y privadas de Lima y Arequipa. Estoy a favor de
la participación estudiantil en todas las esferas del gobierno universitario. Y desde el salón
y en los pasillos, junto con un pequeño grupo de profesores, hemos alentado a los estudiantes
cuando decidían luchar por sus derechos, y los hemos defendido en todas las instancias a
nuestro alcance.
Ante este panorama pareciera que estudiar Historia en Cusco se ha convertido en una carrera
de riesgo. Pero las actuales protestas de los estudiantes tienen como objetivo cambiar esta
situación. Por sus pronunciamientos y comunicados sabemos que pretenden construir un
ambiente seguro, con exigencia académica y que les sirva para mejorar sus oportunidades
en el futuro. Están peleando porque no se conforman con la situación negativa que les ha
tocado vivir. Algo que el resto de los peruanos deberíamos aprender.