Graciela Linares: Una activista que lucha por los derechos de las mujeres cusqueñas

lunes, 18 julio, 2022

Graciela Linares: Una activista que lucha por los derechos de las mujeres cusqueñas

Al inicio de la pandemia, la cuarentena evidenció el aumento de la violencia en los hogares peruanos. Solo en el 2020, la Línea 100 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables atendió más de 235 mil llamadas sobre hechos de violencia contra la mujer o algún miembro de la familia: un 97% más que en el 2019.

En su casa del distrito de Urcos, provincia de Quispicanchi, Graciela Linares no conocía con exactitud las cifras, pero sabía que las tensiones crecían detrás de cada puerta cerrada. En ese contexto complicado y a sus 76 años, la docente en retiro habría podido quedarse en cuarentena; sin embargo, decidió salir a las calles y velar por los derechos de otras mujeres.

A lo largo del 2021, de la mano de otras activistas, recorrió diversas zonas de su provincia y generó más de 20 espacios de diálogo con adolescentes y adultos, a fin de orientarlos sobre prevención de violencia de género, educación sexual, empoderamiento y liderazgo femenino. Una labor voluntaria que realizó luego de capacitarse en los talleres virtuales gratuitos sobre estos temas, promovidos por la ACS Calandria, con el apoyo de EMARTV, Junta de Andalucía y Pan para el Mundo.

SUPERANDO LAS BARRERAS
Actualmente, Graciela es vocal de la organización Mujeres del Bicentenario de Urcos y vicepresidenta de la Coalición Comunitaria, que lucha contra el alcoholismo y la drogadicción en su distrito.
A lo largo de su vida apoyó diversas causas sociales, pero no siempre conoció sus derechos. Tiempo atrás en el año 2012, cuando aún ejercía la docencia y cuidaba de sus 4 hijas, decidió asumir un cargo importante para llevar luz a 18 pueblos: secretaria del Comité Pro Electrificación de Quispicanchi.

Por ese entonces, su esposo no la entendía y la hostigaba constantemente para que dejara el cargo y se quedara en casa. “Mis papás también me decían: hazle caso, no está bien que hagas eso. Yo me sentía mal y le pedía perdón a mi esposo, como si fuera culpa mía. No conocía sobre la igualdad de derechos”, comenta Graciela.

A pesar de todo, no renunció al cargo: siguió adelante y logró llevar el sueño de la luz eléctrica a 37 pueblos del Vilcanota, lo cual superó la meta inicial. En el año 2021, ya con amplios conocimientos en temas de género, la activista recién pudo comprender lo que había sucedido casi una década atrás, y así dejó la culpa de lado. Conversó con su familia y le explicó la importancia que tiene en su desarrollo personal el trabajo que realiza por su comunidad.

“Comprendí que cada miembro de mi familia tenía sus aspiraciones y que yo también tenía las mías propias, y también el derecho a cumplirlas. Ahora mi esposo a veces se sienta a mi lado a oír las capacitaciones de género que recibo, cuando son virtuales, y ese es un cambio importante… Durante mucho tiempo, los estereotipos de la mujer como una persona sumisa y dedicada exclusivamente al hogar, nos han limitado. Pero ahora veo que esas barreras se están rompiendo en mi provincia, y ya somos cada vez más lideresas”, destaca Graciela, sin ocultar el orgullo que siente. Sabe que su trabajo está logrando verdaderos cambios en su comunidad.

Texto: Karen Espejo/ACS Calandria

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