Corpus uchú, crónica de una eucaristía gastronómica

domingo, 18 junio, 2017

Corpus uchú, crónica de una eucaristía gastronómica

A poco antes del mediodía salí en dirección al centro de la ciudad, el día anterior me habían contado acerca de la tradicional festividad del Corpus Cristi y había convenido en concurrir hasta la plazuela San Francisco para degustar el tradicional Chiriuchu. Definitivamente había un no sé qué en la ciudad, hasta el Dios Inti se mostraba esplendorosamente majestuoso en un día hermoso y cálido. Poco antes había visto una competencia de cargadores de andas que casi al trote portaban a los santos de su devoción por algunas arterias de la urbe rumbo a la plaza de Armas donde se encontrarían con otros santos y santas que previamente habían partido de sus iglesias para participar de este peculiar y magno encuentro santoral.

Como nunca el tráfico era un pandemonio pero con suerte encontré una cochera disponible en la calle Saphy, luego ya a pie camine hasta san Francisco en 15 interminables minutos, después de recibir no pocos pisotones y otros tantos empujones llegue a mi destino que cual sala de tortura estaba repleta de cientos de hambrientos comensales buscando un lugar donde sentarse a degustar el cotizado plato de Chiriuchu. Con mucha suerte encontré unos asientos donde una otoñal cocinera de blanquísimo sombrero me ofreció amablemente el codiciado platillo con una hermosa sonrisa. Era la segunda vez que probaba este icónico plato y la verdad fue deliciosamente mejor y quizás tenga que ver el hecho que como me aconsejaron debía morder un poco de cada cosa y comerlo junta para así aprovechar más los gustos de esta especie de explosión de sabores.

A mi juicio el Cuy se acompaña muy bien con aquella peculiar y sabrosa tortilla, donde la tajada de queso suma sabores, las hueveras son más que una decoración y más que proteínas confieren sabor, la chalona aporta poderosas calorías y la carne de gallina comparte sus sabores con los demás insumos transformando este singular platillo en otra muestra sustancial de nuestro variado y rico mestizaje cultural. La plaza San Francisco está colmada de bote a bote, montículos de tortillas, apilados cuyes horneados, baldes llenos de cochayuyo y otros de hueveras, así como muchas filas de redondos quesos crean una escenografía muy peculiar mientras cientos de cervezas reposan helándose en bandejas llenas de agua. El público era muy variado damas elegantemente ataviadas comen con las manos y al costado somnolientos personajes de apariencia rural disfrutan unas cervezas, compartiendo con unos gringos el democrático Corpus Cristi.

Ya con la panza llena camine hacia la plaza de armas donde ya los santos desfilaban con sus mejores galas y atuendos, una graneada multitud de gente local y foránea daba un marco impresionante a este singular desfile que terminaba cuando los santos entraban rodeados de sus más fervientes acólitos a la catedral donde reposaran de sus travesías durante una semana hasta la llamada octava, evento con el que se cierra esta tradicional festividad católica. Difícil imaginar cómo sería esta festividad en época de los incas cuando en vez de santos nuestros ancestros traían a sus Mallquis desde diferentes huacas y templos en esta misma histórica plaza Huacaypata donde hace siglos se congregaban las momias de celebres personajes ahora perdidos en el tiempo.

Por: Armando Alvarez

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