Maras se pinta de blanco

martes, 5 enero, 2016

Una brisa salada me da la bienvenida, y el agua que me salpica de los conductos, mientras registro algunas fotografías, termina pintando de blanco mi rostro, mis brazos y el lente de mi cámara.

Estoy en Maras, a 50 kilómetros de la ciudad del Cusco. Es la primera vez que llegó a este extraordinario lugar, sitio elegido por los incas para abastecerse de sal.

Hoy, este recurso es muy bien explotado por los comuneros del lugar. No solo obtienen ingresos por la exportación de esta sal a los hoteles y restaurantes mas exclusivos del país y del mundo, también por el ingreso de visitantes locales, nacionales y extranjeros.

Pagué 20 soles por 4 personas, para acceder a las salineras de Maras. Creí, en un primer momento, que no tenía por qué hacerlo por ser cusqueño, sin embargo tomé conocimiento que este sitio no es manejado por el Estado, sino por una empresa de nombre Marasal S.A. administrada por los comuneros del lugar.

– Qosqo runan kayku, advierte mi padre al cobrador.
– ¡Todos pagan, todos pagan!, ¡cusqueños dos por uno!, replicó el recaudador.

Ya de bajada a la salinera, un mirador improvisado reúne a personas y vehículos. Detengo mi unidad para tomar mis primeras fotos. La vista es impresionante. Desde lo alto se observa un conjunto de cuadrantes, cual pequeñas viviendas, acumuladas de abundante sal.

Antes de llegar a la salinera, imaginé que el sitio era un cerro de sal. No es así. Se tratan de numerosos cuadrantes que acumulan agua salada proveniente desde lo mas recóndito de un cerro contiguo. Es un manantial salado.

A través de un sistema de ingeniería hidráulica, se construyeron conductos de agua para llegar a cada uno de estos espacios, que tienen propietarios particulares, incluso heredados a los comuneros desde el periodo del Tahuantinsuyo.

En estas secciones o pozos, el agua salada, acumulada cada tres días, termina evaporándose y a la vez formando albos cristales de sal. Después de 30 días comienza la cosecha de sal.

La sal de Maras es comparada con las milenarias sales del Himalaya, conocidas como oro blanco. Hoy es elegida en Europa y Estados Unidos, por su baja concentración de cloruro de sodio, altamente dañina cuando es consumida en grandes cantidades.

Carlos Carrillo Berveño

 

 

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