Gustavo Faverón: «Si creen que las evaluaciones van a solucionar mágicamente el problema, están en la calle»

jueves, 24 agosto, 2017

Gustavo Faverón: «Si creen que las evaluaciones van a solucionar mágicamente el problema, están en la calle»

Por Gustavo Faverón
No entiendo qué idea tonta tiene la gente acerca de quiénes son los maestros del Perú fuera de los barrios de clase alta y clase media de Lima y un par de otras ciudadades. La profesión de maestro, fuera de ese círculo pequeñísimo, desde hace décadas, atrae a gente para la cual un sueldo equivalente a unos 300 dólares mensuales puede resultar atractivo, cuando son muy jóvenes y aun no tienen familia. Es decir, atrae a gente bastante pobre.

Los maestros en los lugares más pobres del país (es decir casi todos los lugares del país) viven en las mismas condiciones que sus estudiantes; en los lugares de clase media, viven muy por debajo de las condiciones en las que viven sus estudiantes; y en los lugares ricos viven a años luz de las condiciones de sus alumnos.

Cuando el salario de los maestros estatales llegue a 4 mil soles, seguirán estando entre los maestros más pobres de América Latina, lo que ya es decir bastante en comparación con el resto del mundo. Como alguien comprobó hace poco, hay basureros municipales en Lima que ganan más que un maestro nacional promedio. ¿Eso tiene alguna relación con el rendimiento de los maestros? Obviamente. El régimen al que los maestros son sometidos les impide cualquier posibilidad de mantenerse al día en sus profesiones, los pauperiza material e intelectualmente.

La famosa evaluación que tanto se discute ahora, puede parecer una condición normal, común y silvestre para cualquiera que no viva en ese mundo, pero, para un maestro que vive en esas condiciones, es una seria amenaza de perder para siempre cualquier posibilidad de ejercer la única profesión que tienen.

Un maestro mantenido hoy en la pobreza y sometido de pronto a evaluaciones puede encontrarse mañana en la calle, vendiendo frutas en el mercado o lavando carros (o, si tiene mucha suerte, quizá consiga un empleo de basurero municipal y su nivel de vida suba, quién sabe). Yo tengo 33 años enseñando, desde que tenía 17, y sé que mi rendimiento como profesor siempre ha dependido directamente del nivel de estrés que mi economía (y otras cosas) ejerzan sobre mí.
Por eso creo que la única solución viable hoy para la situación de los maestros es, primero, sacarlos de la pobreza y tratarlos dignamente; después darles facilidades de capacitación sin amenazas de despido, y solo cuando eso se regularice y ellos sientan una cierta solidez bajo sus pies, recién entonces, implementar la política de evaluaciones. Todo tiene un orden y una lógica. Nadie puede esperar que los maestros empiecen a rendir como profesionales del primer mundo mientras sigan siendo tratados como la última rueda del coche. Si creen que las evaluaciones van a solucionar mágicamente el problema, están en la calle: los maestros despedidos serán reemplazados por los recién graduados del sistema universitario peruano, uno de los peores del planeta. Si quieren eso, adelante. No digan que nadie se los advirtió.

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