Provocación
martes, 3 julio, 2018Que los profesores de colegios y escuelas estatales están mal remunerados, es una verdad irrebatible. Que merecen mejores sueldos, también. Que se deben plantear acciones para elevar su nivel y desarrollar sus capacidades, de igual manera.
Seguramente no hay nadie en desacuerdo con eso. Pero, en lo que casi todos coincidimos es que no es aceptable que para exigir el cumplimiento de los derechos propios, se afecte el derecho de los demás.
Los profesores quieren aumento de sueldos, y una parte de su dirigencia recurre al chantaje para lograr sus propósitos. Así de simple y de claro es el asunto. Si no se aumenta la remuneración de los maestros, éstos se van a la huelga indefinida. Y, como se sabe, los perjudicados serán los estudiantes y los padres de familia.
A mediados del año pasado, la dirigencia magisterial decidió convocar a una huelga que se prolongó por casi tres meses. A consecuencia de ello, las labores escolares tuvieron que prolongarse hasta fines de enero del presente año. La prometida “recuperación del tiempo perdido” fue una broma de mal gusto.
Fue penoso ver a los escolares de colegios estatales yendo a clases los sábados, los domingos, los feriados, todo el mes de enero, mientras los estudiantes de planteles particulares gozaban de sus vacaciones.
Y así no se puede tratar a los estudiantes. Ellos también tienen derechos, y la primera responsabilidad de los maestros debe ser respetar el derecho de los alumnos. Su derecho a estudiar, a recibir clases en el tiempo y en los horarios previstos.
El dirigente Pedro Castillo, entusiasta promotor de la huelga, debe entender que una medida de fuerza es inmoral si es que ella perjudica a otros sectores. Si el señor Castillo quiere dejar de trabajar, es su derecho. Ya habrá otros que ocupen su lugar. Pero lo que no puede hacer es arrastrar en su aventura a otros profesores que han comprendido que hay otras formas de luchar, de lograr reivindicaciones, otras maneras de alcanzar los objetivos sin atropellar el derecho de los estudiantes.
Hasta hoy, la postura de los profesores cusqueños y de su dirigencia es sensata, madura y sobre todo responsable. Ojalá que continúen así. Por lo demás, si el año pasado los maestros gozaron de la simpatía y la solidaridad de la sociedad local durante su prolongada huelga, es poco probable que esta vez ocurra lo mismo. Los cusqueños también sabemos discernir dónde termina el derecho y dónde empieza el abuso.
Escribe: Alberto García Campana