YA FUIMOS

 Compañeros apristas, camaradas de la izquierda, debemos admitir que en este proceso electoral, ya somos historia.

Como dicen los jóvenes, ya fuimos. Ya nada tenemos que hacer. Ustedes, los apristas, protagonistas de los últimos procesos electorales, están pagando el altísimo precio de haber depositado todas vuestras posibilidades en lo que podría hacer vuestro mesías, Alan García. Deben reconocer que García Pérez nos es dios, pero ustedes lo consideran así. Creyeron que su discurso excitante sería suficiente para hacer olvidar el desastre de sus gestiones pasadas.

Es que ya nadie cree en lo que dice el panzón: vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro, pero…¿por qué no lo hizo cuando fue presidente? Y nosotros, los de la izquierda, debemos reconocer que fuimos absolutamente incapaces de gestar un movimiento que recogiera al menos una parte de las exitosas experiencias anteriores de la izquierda unida. Envueltos en tenaces luchas por la sobrevivencia política, cobardes para licenciar a nuestros viejos líderes, celosos hasta de nuestra propia sombra, provocamos el fracaso de todos los intentos unitarios desde las bases.

Muchos discursamos en círculos cerrados, en aulas universitarias, en sindicatos, en clubes, sobre la necesidad de relanzar el proyecto socialista, pero ninguno de nosotros tuvo el coraje de dar el primer paso, de dejar la palabra para ir a la acción. Sí pues, yo también soy socialista, pero sólo de palabra, de verbo, de discurso, y lo admito como una de mis mayores pobrezas. Y aquí estamos, otra vez, ustedes, los apristas, y nosotros, los de la izquierda, observando desde detrás de las paredes cómo los corruptos, los traficantes de ideologías, los ladrones, los usurpadores, los improvisados, los oportunistas y los miserables, arman la fiesta y se divierten sobre nuestra tragedia.

Es posible que ustedes, apristas, lleguen a tener algún representante en el próximo Congreso de la República, porque siempre hay gente que vota por los perros falderos: con inmensa fortuna, nosotros los de la izquierda quizás también podríamos tener algún representante, pero hay algo que es indiscutible: ustedes y nosotros quedamos fuera, una vez más, aunque nos queda un consuelo: nos tenemos recíprocamente, como enemigos irreconciliables, para seguir peleando. Al menos esa satisfacción nos queda.

Escribe: Alberto García Campana