¡Qué linda es Quillabamba!
martes, 18 julio, 2017El martes de la próxima semana, la provincia de La Convención cumplirá su aniversario número 160. Ha transcurrido ya más de un siglo y medio desde que el presidente Ramón Castilla dispuso la creación de la provincia que es, sin duda, la más grande, la más noble, y la más bella entre todas las provincias.
“Pablucha” Venero dice qué linda es Maranura, pero en realidad todos los distritos convencianos tienen su encanto, labrado entre el rumor del viento y el misterio de los bosques en cuyo amanecer trinan los gorriones y cuando cae la noche las lechuzas acompañan el silencio.
Quillabamba aún debe recordar al Trío Imperio, del flaco Calderón y los hermanos Puente de la Vega; los sesentones de hoy deben haber bailado en sus años juveniles a los acordes del grupo Esperanza y Fe, de los hermanos Mendívil. Los viejos de hoy deben recordar a Ernesto Béjar, ese profesor todo terreno de la escuela 701, o los del Manco II todavía tendrán en la memoria la imagen del profesor Carlos Poblete, la “Vieja burra”.
Y sin duda, muchos de quienes peinan canas habrán robado sus primeros besos a las muchachas del colegio La Convención, o de la Inmaculada, mientras disfrutaban los helados del “chiri negocio” de don Jorge Altamirano, quizás uno de los pocos buenos alcaldes que tuvo La Convención.
Es más que conmovedor, reconfortante, recordar los buenos tiempos que vivieron los “upichus”, los carapálidas que sudaban la gota gorda para arrancar el fruto aromático delos cafetales. Hoy, cuando las noticias que vienen desde Quillabamba dan cuenta de latrocinios, de saqueos, de asaltos institucionalizados, de tuberculosis galopante, de fugas y de misteriosas desapariciones, qué bueno es recordar a Quillabamba y sus años de oro, a sus distritos y sus tiempos de grandeza y opulencia.
En fin, para los convencianos de origen y destino, para los “upichus” que viven allá y para los que salieron en busca de la tierra prometida, un abrazo por estos 160 años, y que los años que vengan sean de mayor jolgorio y de menor penuria.
Escribe: Alberto García Campana