El día de la Constitución

martes, 6 diciembre, 2016

El día de la Constitución

Por: Pavel H. Valer Bellota

El 6 de diciembre en España es el «día de la Constitución», efemérides que recuerda la fecha en que el pueblo puso en vigencia la Carta de 1978 que enterró formalmente el régimen de opresión franquista.  Ese día el 87% de ciudadanos votaron por el sí en un referéndum a favor de la recuperación de la democracia, la división de poderes, la descentralización y la vigencia de los derechos fundamentales como centro del sistema político. Desde entonces la Constitución de 1978 fue la herramienta política con la que pretendió construirse una España europea y moderna, pero en su contenido se filtraron también instituciones y conceptos protegidos por las antiguas posiciones de poder que habían gobernado ese país con horca y cuchillo desde 1936.

Hoy esa Constitución es celebrada, defendida y también criticada con los dientes por el abanico de posiciones políticas presentes en el Estado español. Un sector conservador de derechas ha pretendido convertirla en un bunker inamovible que perpetúe y garantice los intereses de los poderosos por sobre los intereses de la mayor parte de ciudadanos.  Otros, por el contrario, abogan por una reforma que dé cabida a las nuevas necesidades de participación democrática de los de abajo para la superación de la crisis económica que agobia a ese país desde 2007, y que acoja el reconocimiento del derecho a decidir de las naciones (catalana, vasca, y gallega) que conforman el Estado. Con todo, la Constitución de 1978 es el centro del modelo de democracia española y, con las diferencias normales entre los actores políticos, está viva, vigente y ordena en la práctica la convivencia entre ellos, hecho que se confirma en la importante cantidad de opiniones que se vierten sobre ella estos días en los principales medios.

En el Perú nos haría falta también un “día de la Constitución” en el que nos podamos regocijar de haber dejado la tiranía e instaurado un país de todos y todas, en el que la ley sea la voluntad que nos gobierne y no la voluntad de algunos avivados encaramados en las posiciones de poder del Estado. Tal vez no festejemos un día así porque en realidad no tengamos Constitución y en su lugar existan más bien esquemas de dominación bajo una careta legal.

Una realidad histórica en el Perú es que la ley, incluida la Constitución, se cumple plenamente solo si favorece a los poderosos. Se achaca al dictador Manuel Odría (1948-56) la frase “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley” que dibuja de manera triste el modelo que recurre a toda artimaña –desde la inobservancia de la ley a la corrupción– para imponer los intereses de pocos sobre los de todos los ciudadanos.

La Constitución de 1993 no levanta muchos arrojos. Un grueso de los estudios serios la considera solo un documento que, nacido de la necesidad de perpetuación de un régimen, fue impuesto para dar justificación a un modelo económico y político que viene gobernando sin variaciones importantes desde hace casi tres décadas. Y una Constitución legítima debe expresar las diversas posiciones, lecturas sobre el país e ideales de desarrollo existentes en un momento histórico y debe cumplirse.

La  Constitución de 1993 no ha logrado hacerlo y en su fracaso da fuelle a los conflictos sociales, para muestra el profundo descontento de los comuneros indígenas con la gran minería en Las Bambas, la huelga de los docentes universitarios, el paro indefinido contra la corrupción en Andahuaylas, la quema popular de puticlubs en Juliaca y la ola de manifestaciones que se viene en Chumbivilcas contra la minería depredadora.  Así, al menos con esta Constitución, en nuestro Perú no hay muchas razones para la fiesta.

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