Uchuraccay, 34 años después
miércoles, 25 enero, 2017
El 28 de enero de 1983, ocho periodistas regaron con su sangre las agrestes tierras de Uchuraccay y entregaron su vida en lo que debe ser, sin duda, el más grande sacrificio colectivo consumado a la sombra de un compromiso.
Dejando de lado la comodidad de sus sillones, Eduardo De la Piniella y Pedro Sánchez (de El Diario de Marka), Félix Gavilán (corresponsal de El Diario de Marka), Willy Retto y Jorge Luis Mendívil (de El Observador), Jorge Sedano (de La República), Amador García (del semanario Oiga) y Octavio Infante (de Noticias de Ayacucho), decidieron viajar de Lima hacia Ayacucho, con la finalidad de descorrer el velo con el que el poder político y militar de entonces trataba de cubrir la tragedia que envolvía a los pobladores de esa parte del territorio patrio.
Es cierto que los periodistas de esta fatídica empresa no pudieron alcanzar su objetivo, porque la muerte se cruzó en su camino. Pero quedaron escritas con letras de dolor algunas lecciones que, 34 años después, tal vez sea bueno recordarlas:
– El periodismo tiene un apellido, y ese apellido es INVESTIGACIÓN. El periodismo notarial o de rutina muy poco favor le hace a la sociedad. Ahora, no solo se exige a los periodistas que digan qué sucedió, sino, especialmente, que digan por qué sucedió.
– La desconfianza en las versiones oficiales constituye el punto de partida del buen periodismo. La prensa no puede ser instrumento al servicio de las instituciones y, en consecuencia, no debe limitarse a difundir las notas de prensa que emiten los organismos públicos o privados.
– El buen periodismo debe erigirse en fiscalizador permanente del poder, cualquiera que fuere su nivel. La prensa debe ser vigilante de lo que hacen los gobernantes, desde el alcalde del distrito más pequeño y remoto, hasta el presidente de la República.
– El marco ético del ejercicio periodístico debe ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en concordancia con ello debe denunciar el abuso, la injusticia.
– El periodista no debe aspirar a ser temido, sino, a ser respetado. El 26 de enero de 1983, también fueron asesinados junto a los periodistas, los campesinos Juan Argumedo (guía e intérprete) y Severino Huáscar Morales.
Injusto sería no mencionarlos en esta atroz capítulo de la historia manchada de rojo y negro que fue la guerra interna que vivió nuestra patria. Al cumplirse 34 años de la masacre de Uchuraccay, es pertinente recordar a los periodistas que incluso la muerte no es un obstáculo cuando el objetivo final es descubrir la verdad.
Alberto García Campana